Conoce cómo los wearables y el internet de las cosas en salud están cambiando la manera de cuidar a nuestros pacientes.
El Internet de las cosas en salud
Aunque me parece imposible cual será el futuro al que nos dirigimos en el mundo de la sanidad, poco a poco empezamos a vislumbrar tendencias en el uso de Internet y otras tecnologías en el ámbito de la salud.
Sabemos ya por ejemplo que es muy posible que las aplicaciones móviles jueguen un papel importante en el mantenimiento de la salud y en nuestra relación con instituciones y profesionales.
El aspecto social de la salud, lo que hemos llamado salud 2.0, cada vez va resultar más beneficiado, gracias a comunidades cada vez mejor conectadas y alimentadas por los datos de salud que incorporan sus usuarios.
En muy poco tiempo vestiremos ropa que será capaz de monitorizar de forma continua nuestras constantes y usaremos aplicaciones que registrarán nuestra actividad y hábitos, cuyo análisis permitirá mejorar el conocimiento que tenemos sobre ciertas enfermedades.
Sabemos también que las grandes compañías tecnológicas están poniendo el foco en el desarrollo de la web semántica y que nuestras búsquedas ya se entienden cada vez mejor, lo que nos llevará a resultados mucho más personalizados. Servicios como Google Now o asistentes virtuales como Siri tendrán un gran desarrollo en los próximos años.
Y que millones de dispositivos van a disponer muy pronto de conexión a Internet y se van a comunicar entre ellos, sin que ni siquiera seamos conscientes de ello.
Lo cierto es que, aunque hablemos de estas tecnologías aplicadas a la salud en clave de futuro, algunas de ellas ya forman parte de nuestro presente y están empezando a demostrar todo su potencial.
El yo-cuantificado y la tecnología vestible o wearable
El término “Yo cuantificado” (quantified self) es una de las tecnologías que más está avanzando durante los últimos años. Consiste en la monitorización continua de determinados parámetros, que permite la recopilación de información sobre hábitos cotidianos, a través de sensores integrados en dispositivos tales como pulseras, podómetros, básculas y sensores de ritmo cardiaco, temperatura, etc.
A diferencia de la telemonitorización, en la que es el profesional el que realiza el seguimiento, en el yo-cuantificado (self-tracking o quantified self), es el ciudadano el que de forma voluntaria desea cuantificar su actividad física mediante estos dispositivos.
Si nos fijamos detenidamente no estamos hablando de un concepto nuevo, ya que llevamos años usando podómetros, velocímetros y dispositivos GPS. Lo que si es nuevo es el hecho de que en estos momentos la tecnología posibilita la captura, volcado y análisis de datos en otros dispositivos como son los teléfonos móviles y ordenadores, de una forma muy sencilla y casi transparente, lo que permite llevar una monitorización en tiempo real.
De esta forma, hemos bautizado a esta tecnología como “wearable” o “vestible”, ya que consiste en la incorporación de sensores capaces de recopilar infinidad de datos, en la ropa y complementos que usamos habitualmente: pulseras, anillos, camisetas, gafas y relojes, etc., integrándose de forma casi imperceptible en nuestra vida.
A nivel global permitirá el registro de inmensas cantidades de datos individuales, que podrán cruzarse por ejemplo con toda la información generada por las llamadas Ciudades inteligentes, que ya registran datos como temperatura, humedad, tráfico, contaminación, etc., lo cual nos ayudará a realizar un análisis en busca de patrones entre las distintas variables que nos lleven a sacar conclusiones de salud.
Y a nivel individual, servirá como forma de recopilación de datos de salud para conocer mejor nuestros hábitos de actividad física, sueño, alimentación, etc., y para llevar un registro en tiempo real de parámetros fisiológicos, que nos puede ayudar a mejorar el control de algunas enfermedades y así como a progresar en el cuidado de personas mayores y/o dependientes.
Por ejemplo, ya están empezando a aparecer en el mercado algunos dispositivos que permiten la monitorización continua y poco invasiva de los niveles de glucosa en sangre, frecuencia cardiaca, temperatura, saturación de oxígeno, e incluso sensores que monitorizan síntomas en pacientes con Parkinson.
Estamos ante el inicio de un fenómeno de cuantificación personal, que será la llave hacia una monitorización en salud en el que son los propios ciudadanos los que están impulsando el cambio. Y puede que en un futuro nos pidan a los profesionales una integración de estos sistemas en su carpeta de salud electrónica y que hagamos uso de ellos como elementos de motivación y seguimiento para establecer hábitos de vida saludables.
Pero la cosa no termina aquí, porque cuando aún no estamos acostumbrados a escuchar el término wearable, ya se está hablando de tecnología embebida, haciendo referencia a dispositivos que se integrarán de una forma tan perfecta con nuestra ropa y necesitarán tan poco mantenimiento, que no seremos ni siquiera conscientes de que los llevamos encima.
Y por último, tendremos a nuestra disposición la tecnología implantable, tal y como los marcapasos o los desfibriladores que portan en la actualidad muchos pacientes, pero destinada a labores como monitorización en tiempo real o la administración de medicamentos y en conexión directa con otros dispositivos.
Estos datos recopilados por sensores o recogidos por rastros en el uso de Internet han sido bautizados por Deborah Strin como “Small Data”, abogando por un formato estándar y abierto que permita a los desarrolladores la creación de aplicaciones para la recogida y procesado de esta información.
El Internet de las cosas en materia de salud
Si hemos pasado por varias fases de Internet, una primera centrada en la información y una segunda enfocada en las personas, los expertos auguran que la próxima década será la del Internet de las cosas, en la cual tendremos a millones de objetos (dispositivos médicos incluidos) conectados a la red e intercambiando datos entre sí.
Dispondremos de constantes vitales ofrecidas por sensores que almacenarán y enviarán datos en tiempo real, formando parte de nuestra historia clínica electrónica. Sensores integrados en la ropa que mandarán señales de alarma o activen otros servicios. Y por supuesto, explotación de todos estos datos (Big Data) por la industria para investigación y diseño de nuevos fármacos o dispositivos.
Se prevé que para el año 2020 existan más de 40.000 millones de dispositivos conectados, lo cual será una realidad gracias al abaratamiento de los costes y a que se están desarrollando tecnologías de muy bajo consumo energético, lo que significa que podrán estar operativas durante meses o incluso años, gracias a pequeñas baterías o a la energía producida por nuestro propio movimiento.
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