El manejo farmacológico del dolor en enfermería debería basarse en identificar y actuar sobre los mecanismos concretos que producen el dolor en un paciente determinado. Descubre más a continuación.
El dolor como respuesta a un estímulo intenso o nocivo es una respuesta fisiológica que ayuda a prevenir lesiones, al actuar como advertencia del peligro. Sin embargo, hay ocasiones como por ejemplo después de un traumatismo, de una intervención quirúrgica o en enfermedades que cursan con procesos inflamatorios como la artritis reumatoide, en la que el dolor puede resultar incapacitante y requiere un tratamiento farmacológico.
El manejo farmacológico del dolor en enfermería
Los fármacos que se usan en el tratamiento del dolor son los analgésicos, e incluye un numeroso grupo de fármacos de los que los más representativos son los antinflamatorios no esteroideos (AINES) y los opiáceos. Sin embargo, algunos fármacos vistos anteriormente como los antidepresivos, los antiepilépticos, los antagonistas de los receptores NMDA y otros que veremos en otros post como los antiarrítmicos, han demostrado eficacia para tratar algunos tipos de dolor y cada vez se utilizan con más frecuencia en las unidades de dolor.
El tratamiento del dolor de manera ideal debería basarse en identificar y actuar sobre los mecanismos concretos que producen el dolor en un paciente determinado. Sin embargo, es habitual que los síndromes dolorosos sean debidos a varios mecanismos con lo que muchas veces el tratamiento es complejo y hay que recurrir a la polimedicación o combinaciones de fármacos.
A la hora de abordar el tratamiento del dolor hay que distinguir entre el dolor agudo y el crónico. El primero suele estar causado por lesiones que producen inflamación y generalmente responde bien al tratamiento con opiáceos y AINES de efecto rápido. Por el contrario, el dolor crónico, que es aquel que dura más de 6 meses, muchas veces no tiene una base fisiopatológica clara con lo que el tratamiento es complejo. Por último, el dolor de tipo neuropático, es un dolor persistente debido a alteraciones funcionales y estructurares del SNC como consecuencia de una lesión nerviosa, que suele responder bien a los fármacos que bloquean los canales de sodio como la carbamazepina o la oxcarbamacepina.