3. ESTABILIZADORES DEL ESTADO DEL ÁNIMO
En 1949, un investigador australiano observó que el litio producía un efecto calmante en animales y pensó que humanos podría tener un efecto similar en pacientes maniacos. Por la misma época se descubrió que algunos antidepresivos podían desencadenar episodios maniacos. Los mecanismos por los que el litio tiene efectos antimaniacos así como los mecanismos por los que los antidepresivos pueden dar lugar a trastorno bipolar no se conocen con exactitud y son áreas de intensa investigación.
En los años 70 se asoció la manía con la epilepsia y aunque no se ha podido demostrar esta relación, algunos antiepilépticos como la carbamazepina o el ácido valproico si que son útiles en el tratamiento de las manías utilizándose junto con la lamotrigina en el tratamiento de la manía, la depresión bipolar y como prevención de la aparición de estos trastornos. Tradicionalmente estos fármacos se conocen como estabilizadores del estado de ánimo. El litio y la lamotrigina son los más utilizados en la depresión bipolar y el ácido valproico resulta de utilidad en la irritabilidad y la impulsividad.
La manía también responde al tratamiento con algunos antipsicóticos.
El litio se suele administrar en forma de Carbonato de Litio. A concentraciones terapeúticas penetra en la célula a través de canales de sodio produciendo diversos efectos intracelulares cuyo resultado final es la reducción de la neurotrasmisión adrenérgica, muscarínica y serotoninérgica a nivel del SNC. No obstante los mecanismo por los que el litio produce estabilización del estado de ánimo siguen sin estar completamente dilucidados y en estudios recientes se han observado otros mecanismos que pueden ser relevantes.
El litio se absorbe fácilmente por vía oral, no sufre metabolismo hepático y se elimina por orina en un 95% y un 5% por saliva, heces y sudor. Pasa al líquido cefalorraquídeo, SNC, leche y placenta.
El margen terapéutico del litio es escaso. Se recomienda mantener valores de 1,2 a 1,5 mEq/l para lograr el efecto antimaniaco y de 0,7mEq/l para la profilaxis de recidivas. El control de las concentraciones plasmáticas de litio ha de hacerse por las mañanas, 10 – 12 horas después de la última dosis y depositando la sangre en un tubos sin aditivos. Además, presenta amplios efectos adversos por lo general leves pero que pueden aparecer y desparecer sin un patrón fijo lo que lo convierte un fármaco de difícil manejo. Los efectos adversos graves aparecen raramente e incluyen hipertonía, hiperreflexia, fasciculaciones, visión borrosa, alteración de la conciencia, confusión, estupor, alteraciones en el ECG, alucinaciones o proteinuria entre otras. Durante el tratamiento se recomienda vigilar la función renal y tiroidea al menos una vez al año. Las interacciones por lo general son bien conocidas por lo que antes de asociar cualquier fármaco al tratamiento hay que consultar la posible interacción con litio. La intoxicación aguda por litio es una emergencia que puede necesitar diálisis para su tratamiento.
A pesar de estos inconvenientes, el litio es el tratamiento más eficaz para el trastorno bipolar y el único que ha demostrado en ensayos clínicos que disminuye el riesgo de suicidio en pacientes con este trastorno.
Otras indicaciones propuestas para el litio son la inestabilidad emocional en niños, el trastorno de la personalidad emocionalmente inestable, personalidades impulsivas, trastorno obsesivo compulsivo y alcoholismo crónico.