Los humanos pasamos un tercio de nuestra vida durmiendo. El sueño es un proceso madurativo cuyos patrones van cambiando desde que estamos en el útero de nuestra madre hasta el envejecimiento.
- EL SUEÑO DEL LACTANTE
En la vida fetal, en el tercer trimestre, se diferencia el estado de sueño fetal y de actividad. Estas dos fases de sueño y vigilia prenatales son similares a los patrones de sueño y actividad del recién nacido. Se producen independientemente del sueño materno. Dentro de la fase de sueño fetal se ha descrito el sueño activo y el sueño tranquilo, y sus cambios pueden verse reflejados en la monitorización fetal.
Durante los primeros siete meses de vida el sueño neonatal evoluciona progresivamente, pasando de las dos fases de sueño prenatal (activo y tranquilo) a las cinco fases del sueño adulto. Los cambios en esta etapa se producen al mismo tiempo que el lactante crece, se desarrolla, se alimenta o interactúa con el medio.
Durante los primeros días y semanas de vida los recién nacidos pasan hasta veinte horas al día durmiendo. Cuando están despiertos es para alimentarse, lo cual debe ser con frecuencia para evitar hipoglucemia y asegurar la producción materna de leche. Puede ser necesario incluso despertarlos los primeros días para asegurar un mínimo de tomas. En general, al inicio de la toma están activos, pero conforme avanza se van quedando dormidos.
El ritmo normal de alimentación se sincroniza con la fisiología de la lactancia, pues las tomas frecuentes aumentan los receptores de prolactina en la mama y aseguran un correcto balance de la producción de leche. La leche contiene el aminoácido L-triptófano y la hormona melatonina, que favorecen el sueño del recién nacido. La succión al pecho produce relajación en el lactante y también ayuda a conciliar el sueño.
Durante los tres primeros meses el patrón de sueño de siestas con despertares frecuentes para alimentarse favorece la satisfacción de las necesidades del recién nacido porque desarrolla la succión, disminuye los posibles episodios de apnea, mantiene alerta al cuidador o cuidadora y favorece el desarrollo neuronal. El desarrollo a nivel físico y neuronal es exponencial en los primeros meses, como en ningún otro momento de la vida. La lactancia materna y el sueño son la base fisiológica para que se dé de forma óptima.
El sueño de los tres primeros meses se caracteriza por ser:
- Bifásico, siendo las dos fases sueño REM o activo y sueño lento.
- Ultradiano, es decir, que no hay diferencia entre el día y la noche, y polisecuencial, repartiéndose a lo largo de todo el día.
La mayor parte del tiempo el sueño es REM o sueño activo y el sueño se inicia directamente en esta fase. Esta característica prioriza el desarrollo neuronal frente al descanso corporal, ya que en esta fase se integra el aprendizaje.
A partir de los tres meses el patrón de sueño cambia levemente. El lactante comienza a dormir algo más durante la noche que durante el día. El sueño inicial es ligero, es decir que se inicia en fase no REM, por lo que puede haber más despertares. Estos cambios van unidos a nuevas necesidades, como son ir adquiriendo el ritmo circadiano y las fases del sueño adulto, así como reclamar la presencia de la madre para interactuar. La adquisición del sueño polifásico requiere transición y adaptación. El inicio de la alimentación complementaria también afecta al cambio en la conducta de descanso. En ocasiones esta etapa coincide también con la incorporación de la madre a la vida laboral, lo cual puede suponer un momento crítico para las familias.
Desde los ocho meses hasta los dos a seis años el sueño madura hasta convertirse en sueño adulto, reduciéndose los despertares nocturnos y disminuyendo las horas totales de sueño.
A los ocho meses los lactantes experimentan la angustia por separación, demandando la presencia materna con frecuencia. Siguen incorporando alimentos sólidos a su dieta y comienza el gateo y, más adelante, la deambulación. En esta etapa también surge la erupción de los primeros dientes y hacia los dos o tres años comienzan la regulación de esfínteres. Todos estos eventos afectan al patrón de descanso. El sueño puede ser inquieto o incluso temido.
A partir de los tres años se suelen reducir los despertares nocturnos hasta desaparecer a los cinco o seis años. En esta etapa comienzan a socializar en la escuela y se consolida el lenguaje. Suelen demandar atención antes de acostarse, como la presencia de los padres, lectura, juego… Para reducir la ansiedad que puede producir el acto de dormir.
- EL COLECHO
Se trata de una práctica que favorece la fisiología del sueño, especialmente en los primeros meses.
Consiste en que el lactante duerma en la misma superficie que la madre, favoreciendo que se regule el sueño de ambos y que la madre pueda estar más alerta ante cualquier situación adversa. El acceso directo al pecho acorta los tiempos y evita que la madre se tenga que levantar, favoreciendo el descanso de ambas partes.
El colecho debe realizarse de forma segura. La superficie debe ser una cama amplia, con un colchón duro y sin hundimientos ni objetos. El recién nacido no debe estar arropado en exceso y tras la toma se colocará en decúbito supino. No se debe realizar en el sofá u otra superficie. Los adultos que duerman en la habitación no deben fumar ni haber consumido sustancias que puedan alterar su estado de alerta y la temperatura debe ser adecuada, sin sobrepasar los veintidós grados.
El colecho es seguro y no sólo no aumenta el riesgo de muerte súbita del lactante, sino que mejora las tasas de amamantamiento y favorece el establecimiento del vínculo. Todo esto produce la secreción de hormonas del bienestar y, junto al favorecimiento del descanso materno, disminuye el riesgo de depresión.
- EL SUEÑO DE LA MADRE
En los primeros días de lactancia la madre acumula el cansancio del parto y del ingreso hospitalario. Su estado físico también puede condicionar el descanso y las posiciones de amamantamiento. El estado de salud del recién nacido también afecta al establecimiento de la lactancia y de sus rutinas. Cuando tanto madre como criatura presentan un óptimo estado de salud, la fisiología de la lactancia favorece el descanso materno.
Además de ahorrar tiempo frente a otros tipos de alimentación y así aumentar en un promedio de hasta una hora el sueño materno, la secreción de oxitocina y endorfinas favorece el bienestar, la satisfacción y el descanso de la mujer. La prolactina, como principal responsable de la producción materna, ayuda a conseguir un sueño profundo y reparador.
El descanso materno de calidad es fundamental. La mujer que está satisfecha con su plan de crianza y se siente apoyada por su entorno para poder llevarlo a cabo tiene más facilidades para mantener la lactancia materna, con los beneficios que eso supone para ella y su hijo o hija.
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