TEMA 2. SÍNDROME DE INMOVILIDAD actualizado


La inmovilidad se define como el descenso de la capacidad para desempeñar las actividades de la vida diaria por deterioro de las funciones motoras. La reducción de la movilidad en unos pocos casos será total, por ejemplo en las demencias muy avanzadas, pero en la gran mayoría será una disminución parcial tanto en cantidad como en calidad de la movilidad.

La capacidad motriz en un buen medidor de la salud en las personas mayores tanto es así que en la valoración de la fragilidad la velocidad de la marcha es un factor crucial para medir el resultado. Además, cuando analizamos la dependencia de una persona tendremos en cuenta las actividades que puede hacer por sí misma como ocurre en la escala de Barthel donde se valora la capacidad de subir escaleras o de deambular.

Podemos decir que la inmovilidad es uno de los grandes síndromes geriátricos debido a lo que afecta especialmente a los mayores, tanto por su prevalencia como por sus consecuencias negativas en este sector poblacional. Se estima que en torno al 18 % de la población mayor de 65 años tiene algún grado de dificultad para moverse sin ayuda. En los mayores de 75 años, la imposibilidad de salir de su domicilio sin ayuda aumenta hasta el 50 %. Pero el dato más impactante es que un tercio de las personas que padecen inmovilidad aguda durante al menos 3 días fallecerá en los próximos 3 meses y la mitad, en el próximo año.

 

2.1 ETIOLOGÍA 

La inmovilidad en las personas mayores puede ocurrir por multitud de factores. De hecho, de una manera fisiológica la movilidad se va a ver modificada con la edad, pero esto nunca justificará un síndrome de inmovilidad. La capacidad de la persona para moverse con normalidad va a estar mediada por el buen estado de su forma física, su capacidad cognitiva y el espacio que le rodea. Como consecuencia, se puede agrupar la etiología de la inmovilidad en causas físicas, mentales y sociales. 

2.1.1 Etiología física de la inmovilidad 

Muchos de los trastornos físico crónicos o agudos de las personas mayores van a reducir, o incluso abolir, su capacidad para la movilidad:

  • Problemas del aparato locomotor: las patologías que provocan rigidez, dolor o inflamación van a condicionar la marcha, tenemos ejemplos como la artrosis, la artritis, artralgias… Otros problemas como la osteoporosis, que pasa asintomática, van a producir fracturas que provocarán momentos de inmovilidad. Tampoco deben olvidarse los problemas podológicos como los callos o juanetes que van a modificar la pisada afectando al equilibrio y produciendo dolor en cada paso.
  • Problemas neurológicos: hay enfermedades neurodegenerativas que afectan especialmente a las personas mayores. Encontramos patologías como la Enfermedad de Alzheimer, Enfermedad de Pick, Corea de Huntington o la Enfermedad de Parkinson, todas ellas llevan a la persona a una inmovilidad total en las últimas fases de la enfermedad por deterioro de las capacidades neuromotoras. Otras enfermedades agudas como los accidentes cerebro vasculares van a dejar secuelas que afectarán a la movilidad, desde trastornos del equilibrio o el campo visual, hasta hemiplejias o inmovilidad total.
  • Trastornos sensoriales: la afectación de los sentidos va a hacer que la persona se mueva menos. Entre los problemas más habituales en las personas mayores encontramos las cataratas, la degeneración macular asociada a la edad y el glaucoma que trastornan la visión impidiendo que la persona se mueva de una manera segura e independiente. Entre los trastornos sensoriales también encontramos problemas de sordera y de vértigos vestibulares que aumentarán la inseguridad y el riesgo de caída, lo que obliga a la persona a reducir su actividad.
  • Patologías del sistema respiratorio y cardiaco: los cambios fisiológicos en los sistemas cardiaco y respiratorio en el envejecimiento no va a motivar una inmovilidad. Sin embargo, la aparición de enfermedades como la insuficiencia cardiaca o EPOC van a tener un fuerte impacto en la vida de los mayores que les obligará a reducir su actividad física por desarrollar una intolerancia a la misma.
  • Otros: entre otros motivos para la inmovilidad encontramos los estados anémicos, las enfermedades graves como el cáncer, la iatrogenia medicamentosa, problemas endocrinos y muchos otros. 

2.1.2  Etiología mental de la inmovilidad 

A pesar de que en la definición del síndrome de la inmovilidad se diga que es debido a “trastornos de las funciones motoras”, también es habitual que en los mayores sean los problemas mentales y emocionales los que provocan un déficit del movimiento. Como veremos más adelante, este tipo de inmovilidad va a provocar las mismas consecuencias que la inmovilidad causada por problemas físicos, porque será la reducción del movimiento la que producirá todos esos efectos indeseados.

Entre las principales causas mentales y/o emocionales para la inmovilidad tenemos:

  • Demencias: las demencias pueden causar inmovilidad debido al deterioro generalizado que provoca en la cognición y en la condición física de la persona. Además, cuando se olvidan del entorno y del uso de todo lo que le rodea, puede llevar a la persona a no moverse por miedo a lo desconocido.
  • Depresión: la depresión puede hacer que la persona esté apática y sin ninguna voluntad de moverse. Además, la depresión en mayores puede cursar con una pseudodemencia que puede agravar el cuadro.
  • Falta de motivación: la soledad, la depresión, el aburrimiento, los procesos de duelo, la falta de oportunidades de ocio y todo aquello que puede “quitar las ganas de moverse” a la persona son otro motivo de inmovilidad.
  • Miedo: es típico que después de haber sufrido una caída, especialmente si ha sido grave, la persona reduzca su actividad. Este fenómeno se conoce como “síndrome post caída” y es uno de los principales motivos para la inmovilidad tras una caída. Por otra parte, vivir en zona conflictivas provoca un miedo a ser robado o atacado que empuja a la persona mayor a reducir su actividad. También los trastornos psiquiátricos de tipo fóbicos pueden provocar inmovilidad, especialmente la agorafobia. 

2.1.3  Etiología social de la inmovilidad 

En este grupo se van a encontrar los problemas que, debido a la situación social de la persona, puede hacer que disminuya su actividad llegando a una inmovilidad parcial. También son conocidos como los factores extrínsecos. 

Entre los principales motivos extrínsecos y/o sociales encontramos:

  • Iatrogenia: el uso de sujeciones llevará a la persona a la inmovilidad total, su uso está cada vez más cuestionado y todas las estrategias se centran en suprimirlas debido a las consecuencias que provoca su uso, tanto emocionalmente como físicamente, además de las secuelas propias de la inmovilidad. También el uso de fármacos que reduzcan la estabilidad o que provoquen efectos sedantes llevarán a la persona a no poder moverse correctamente. Otro de los factores iatrogénicos de la inmovilidad es la pauta de reposos estrictos o más largos de lo realmente necesario, de la misma manera que no iniciar la movilización temprana en una hospitalización tendrá efectos importantes en la persona por su inmovilidad dilatada.
  • Barreras arquitectónicas: las personas mayores a veces residen en viviendas con barreras arquitectónicas, especialmente en casas sin ascensor. El hecho vivir en un piso alto, tener escaleras de gran tamaño y portales con poca iluminación van a impedir que la personas salga de casa y su actividad se reduzca a lo poco que se pueda mover dentro de su hogar. Fuera de la vivienda, las cuestas empinadas, aceras en mal estado, ausencia de transporte público en las inmediaciones y la ausencia de mobiliario urbano adaptado son otros factores que se van a sumar a la inmovilidad.
  • Ausencia de productos de apoyo: no disponer de productos necesarios para la movilidad o que estos no estén en óptimas condiciones va a ser otro obstáculo para la movilidad. Así, la imposibilidad de acceder a sillas de ruedas, muletas, bastones, calzado adecuado etcétera será un hándicap para moverse. Esta falta de productos puede ser por problemas económicos, por problemas para acceder a los servicios y otros motivos varios. Es necesario que las personas tengan dónde recurrir para que se les instruya en su uso y servicios donde puedan adaptárselas y mantenerlas a sus necesidades.
  • Falta de apoyo social: hay personas que además de tener controlados todos los factores nombrados hasta ahora, lo que necesitan es a otras personas. El apoyo social consiste en tener una red, bien de familias y amigos o institucional, que les ayude en aquello que no puedan hacer por ellos mismos. Por ejemplo, a gestionar los productos de apoyo, a poder iniciar los trámites y ayudas para acceder a un ascensor, que los acompañe en los paseos para paliar el miedo a estar solos y muchas otras tareas. El hecho de tener a alguien que nos ayude o alguien con quien hacer actividades siempre será un plus para evitar la inmovilidad.

 

Imagen 1: Despacito. Imagen del banco de imágenes de la Sociedad Española de Enfermería Geriátrica y Gerontológica (SEEGG) www.seegg.es 

 

2.2 CONSECUENCIAS DE LA INMOVILIDAD 

Como se puede intuir en lo dicho hasta ahora, la inmovilidad va a tener un fuerte impacto en la vida y en la salud de las personas que lo padecen. La gran mayoría de las consecuencias serán en el plano físico, pero no es desdeñable la afectación que tiene a nivel psicológico y social. Son innumerables las secuelas de la inmovilidad, pero aquí se presentan las consecuencias en grandes grupos:

  • Consecuencias generales: principalmente, la persona que pierde la capacidad de moverse libremente se va a ver forzada al aislamiento reduciendo su actividad y vida social. Pero no sólo eso, también será más dependiente para las actividades de la vida diaria, esto aumenta su gasto y reduce su autonomía, con consecuencias también a nivel emocional.
  • Aparato locomotor:  es, quizá, el efecto más evidente. Cuando una persona deja de moverse va a desarrollar una rigidez en las articulaciones que disminuirá su capacidad de movimiento agravando el cuadro, a esto hay que sumarle la inestabilidad en el equilibrio que provoca la inactividad prolongada. Lo más grave a nivel locomotor es la disminución de masa muscular que puede llevar a una sarcopenia y pone a la persona en riesgo de fragilidad. A nivel óseo, destaca la pérdida de tejido óseo que provocará o acentuará la osteoporosis y el riesgo de fractura.
  • Piel: uno de los principales riesgos de la inmovilidad, especialmente si esta es total, es el de desarrollar úlcera por presión. Sabemos que para evitar todo tipo de heridas relacionadas con la dependencia el movimiento y la actividad son fundamentales. Además, hay algunas lesiones que dificultarán la deambulación como las heridas ocurridas en los talones y en el pie en general.
  • Aparato circulatorio: La hipotensión ortostática y los problemas de equilibrio estarán presente en estas personas aumentando el riesgo de caída. Habrá más fatiga ante menores esfuerzos y aumentará el riesgo de trombosis venosa profunda y de episodios de tromboembolismo.
  • Aparato respiratorio: cuando un individuo se mueve menos se reduce su ventilación y puede dar lugar a más infecciones respiratorias y atelectasias.
  • Aparato digestivo: la primera consecuencia es la disminución del apetito que puede desembocar en una malnutrición. Por otro lado, el estreñimiento se verá aumentando por la inactividad.
  • Aparato genitourinario: se verá aparición de incontinencia, fundamentalmente funcional, y se aumentará el riesgo de infecciones del tracto urinario.
  • Afectación metabólica: el mayor riesgo es el aumento de la glucemia debido a que la escasa movilidad va a aumentar la resistencia celular al efecto de la insulina lo que provocará el aumento del nivel de glucosa sanguínea.
  • A nivel psiquiátrico: el hecho de no moverse o verse imposibilitado para ello va a provocar depresión, ansiedad y aumentará el riesgo de padecer confusión mental. 

Estas son las principales consecuencias y, como se ve, muchas de ellas son otros nuevos síndromes geriátricos provocados por la inmovilidad como las caídas, la confusión aguda, la incontinencia o la malnutrición. El síndrome de inmovilidad es tan peligroso porque tiene un alto poder de desencadenar una cascada de síndromes geriátricos. Tanto es así que, una persona que reduce drásticamente su movilidad puede encadenar síndromes geriátricos que empeorarán sus enfermedades crónicas y todo ello puede llevar a la muerte, tal y como se indicaba al inicio de este tema. 

2.3 TRATAMIENTO 

En líneas generales, se puede decir que el tratamiento de la inmovilidad se asienta sobre 4 pilares:

  • Tratar la causa que lo ha desencadenado: es básico para evitar su progresión y comenzar a trabajar en su rehabilitación.
  • Rehabilitar para revertir la inmovilidad, y cuando esto no es posible para evitar que el caso progrese hasta un estadio más grave.
  • Adaptar el entorno y los productos de apoyo.
  • Prevenir las consecuencias que pueda acarrear la inmovilidad hasta que esta se haya revertido o paliado. 

Cuanto más tiempo lleve instaurada la inmovilidad y más consecuencias haya tenido, más difícil será tratarla. Por lo tanto, el mayor esfuerzo se debe hacer en la prevención de su aparición. Para ello es fundamental que el personal esté formado y entrenado para detectar las situaciones que pueden poner a las personas mayores en riesgo y a manejar los factores de riesgo que entran en juego. La prevención será primaria, secundaria o terciaria:

  • Prevención primaria: es básico realizar ejercicio físico porque ayuda a mantener el nivel de movilidad en las personas mayores y a mejorar su estado musculo-esquelético y neurosensorial basal. Se deben trabajar la potencia, la resistencia, la flexibilidad y el equilibrio. La aparición de dolor, disnea, inestabilidad o mareo son indicaciones para suspender los ejercicios, para posteriormente reanudarlos 2 o 3 días a la semana, con el objetivo final de realizarlos 5 días a la semana. Según el tipo de persona mayor variará la intensidad y el tipo de ejercicios:

o   Anciano Sano: Si es menor de 75 años aconsejaremos ejercicios aeróbicos de moderada a alta intensidad y ejercicios de resistencia. Los mayores de 75 años realizarán un ejercicio de moderado esfuerzo aeróbico o de fortalecimiento. En las personas entrenadas pueden realizarse aeróbicos de alta intensidad.

o   Anciano Frágil: ejercicios de baja intensidad y aeróbicos.

o   Anciano Enfermo: el tipo de ejercicio y la intensidad del mismo estarán adaptadas a la enfermedad del paciente. Como se ve, el hecho de estar enfermo no es motivo para que la persona esté quieta, siempre y cuando la movilidad no empeore el cuadro. Por lo tanto, es importante realizar una movilización precoz en la persona hospitalizada y reducir las medidas físicas o farmacológicas que dificulten la movilidad.

  • Prevención secundaria: consistirá en la detección precoz de los nuevos casos y la adaptación del entorno y los apoyos a la nueva situación que vive el individuo.
  • Prevención terciaria: consiste en la prevención de las consecuencias de la inmovilidad una vez está establecida y el tratamiento de todas las consecuencias aparecidas y que se han mostrado en el punto anterior.

 

Imagen 2: El ejercicio es clave en la prevención y rehabilitación de la inmovilidad

 

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