La valoración geriátrica integral (VGI) es un proceso de valoración estructurado, multidimensional e interdisciplinar en el que se detectan, describen y aclaran tanto los problemas de la persona mayor como los recursos y capacidades que tiene. La VGI es un proceso esencial en el cuidado de las personas mayores y por ello es utilizado en multitud de instituciones y administraciones como herramienta para adecuar los recursos a la persona valorada.
Es un método diagnóstico en el que participan profesionales de distintas disciplinas como de la medicina, enfermería, psicología, fisioterapia y trabajos social, entre otros.
6.1 VALORACIÓN FUNCIONAL
La atención geriátrica y gerontológica tiene una visión específica sobre la salud de las personas. Esta atención también cuidará de la prevención, los tratamientos, la rehabilitación y otros núcleos de acción, pero el objetivo final será mantener o recuperar la capacidad funcional. La funcionalidad es fundamental porque va a reflejar, en gran medida, el estado global de salud de la persona. Además, el resultado de una valoración de la capacidad funcional va a ser primordial para saber que déficits y capacidades tiene la persona evaluada para llevar a cabo las actividades de la vida diaria (AVD).
Podemos definir las AVD como aquellas actividades del día a día y que son parte de la capacidad de desempeño de las personas. Mantener la autonomía en la AVD va a permitir a la persona vivir de una manera independiente e integrada en su entorno pudiendo llevar de una manera autónoma su proyecto vital. Para valorar estas actividades, habitualmente, se dividen en dos tipos de actividades distintas: las actividades básicas de la vida diaria (ABVD) y las actividades instrumentales de la vida diaria (AIVD).
Las ABVD son las actividades que resultan imprescindibles para vivir y que son comunes a todas las personas. En la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia se definen la ABVD como “las tareas más elementales de la persona, que le permiten desenvolverse con un mínimo de autonomía e independencia, tales como: el cuidado personal, las actividades domésticas básicas, la movilidad esencial, reconocer personas y objetos, orientarse, entender y ejecutar órdenes o tareas sencillas”. En general, son actividades relacionadas con el autocuidado. Entre las ABVD más evaluadas encontramos comer, bañarse, vestirse, arreglo personal, continencia fecal o urinaria o el manejo de la propia incontinencia, caminar y algunas otras más.
Por otro lado, las AIVD son las que, no siendo fundamentales para vivir, sí son imprescindibles para poder relacionarse con el entorno, solucionar problemas y tomar decisiones. Son más complejas y elaboradas que las ABVD y en caso de dependencia funcional son las primeras en perderse. Son múltiples las actividades instrumentales que pueden incluirse en este grupo, pero las más habituales son las que ofrece la escala de Lawton y Brody: usar el teléfono, hacer compras, preparar la comida, cuidado de la casa, lavado de la ropa, uso de medios de transporte, responsabilidad respecto a su medicación y el manejo de los asuntos económicos.
Por todo lo comentado, la valoración funcional tiene una importancia capital en todos aquellos procesos de valoración que van a decidir qué tipo de recursos necesitará la persona en cuestión. Para ello se utilizan herramientas como las escalas validadas además de otras medidas como la entrevista con los cuidadores, revisión de la historia, evaluación de informes etcétera.
6.2 VALORACIÓN PSICOLÓGICA Y MENTAL
La valoración del estado cognitivo y emocional se torna fundamental a la hora de abordar los cuidados de las personas mayores. Por estado cognitivo entendemos la capacidad que tiene la personas para realizar funciones cerebrales superiores, lo que le permite relacionarse con el medio que le rodea de una manera óptima.
En este punto es muy importante distinguir lo patológico de lo fisiológico en las personas mayores. Es decir, es fundamental saber qué cambios son debidos a un envejecimiento normal y que entran dentro de lo esperado, y qué cambios son los que pueden estar generados por una enfermedad. Si esta diferencia no se hace de una manera correcta podemos etiquetar a las personas con un deterioro cognitivo que no es tal, o pasar por alto una depresión porque, erróneamente, consideramos que entra dentro de la normalidad del envejecimiento un estado de apatía o tristeza. Teniendo este conocimiento geriátrico sabemos que el hecho de que una persona mayor tenga una mayor lentitud en la resolución de problemas, le cueste decir alguna palabra manteniendo un lenguaje normal y presente dificultad para almacenar nueva información nueva, no significa que tenga una patología. Sin embargo, la desorientación en tiempo o espacio, el olvido de nombres o acontecimientos importantes, la ansiedad mantenida y otros procesos neuropsicológicos sí entrarían dentro de algún episodio patológico.
Por todo esto, es importante que las herramientas que se utilicen para valorar las capacidades cognitivas y el estado emocional de las personas mayores estén adaptadas a este segmento de la población. Deben estar ajustadas y discriminar entre lo patológico y lo fisiológico.
6.3 VALORACIÓN DE LA SITUACIÓN SOCIAL
El grupo de las personas mayores es el estrato social más heterogéneo que existe en nuestra sociedad. La manera de envejecer que tiene cada persona va a estar condicionada por factores como los hábitos de vida, el estado de salud física, el estado de salud mental, la satisfacción subjetiva sobre la vida y sus pérdidas y logros, la situación económica, el tipo de sociedad en la que vive y muchos otros. Como se ha visto en los puntos anteriores, tanto el espectro psicoemocional como el de salud se valoran concienzudamente dentro de la VGI, pero esta valoración geriátrica es incompleta si no se analiza la situación social de la persona.
Entre los objetivos de la VGI se encuentran la detección de personas en riesgo, determinar la mejor ubicación y asegurar la continuidad de cuidados. Para lograr estos objetivos es indispensable evaluar la situación social que tiene la persona. Para esta valoración se tendrán que analizar los recursos económicos, ámbito en el que vive, estructura familiar y todos aquellos factores que determinarán el riesgo social de esta persona.
Como en los demás apartados de la valoración, existen muchas herramientas para medir la situación social, pero las más utilizadas son dos: la escala de valoración sociofamiliar de Gijón y la escala de recursos sociales (OARS).
6.4 VALORACIÓN ENFERMERA
El proceso de atención de enfermería (PAE) es una herramienta fundamental para aportar unos cuidados de calidad a las personas. Una de sus principales características es la individualización de las necesidades para, de esta manera, ejecutar unas intervenciones que lleven a resolver los problemas de la persona alcanzando unos objetivos consensuados con ella. Con el PAE se puede planificar y prestar unos cuidados enfermeros de calidad, y por medio del lenguaje estandarizado conseguir una continuidad de cuidados.