Las infecciones relacionadas con la atención sanitaria son un riesgo frecuente que puede prevenirse principalmente con una correcta higiene de manos, considerada por la OMS la medida más efectiva y sencilla para reducir la transmisión. El lavado con agua y jabón se recomienda cuando hay suciedad visible, mientras que las soluciones hidroalcohólicas son la opción más eficaz en la mayoría de los casos. Tanto los profesionales sanitarios como pacientes, familiares y visitantes deben realizar higiene de manos en los momentos clave de la atención, siguiendo la técnica adecuada y durante el tiempo estipulado.
El uso de guantes nunca sustituye la higiene de manos, ya que estos deben cambiarse entre pacientes y procedimientos. Existen distintos tipos de guantes: los estériles para intervenciones quirúrgicas o procedimientos invasivos, los de exploración en situaciones de contacto con fluidos corporales y los casos en los que su uso no está indicado, como en actividades sin riesgo de exposición a sangre o secreciones. La elección correcta del guante y el cumplimiento de la higiene de manos son esenciales para garantizar la seguridad del paciente.
En entornos quirúrgicos se realiza el lavado quirúrgico de manos, un procedimiento más exhaustivo y prolongado (unos 5 minutos), destinado a reducir al máximo la flora microbiana de manos y antebrazos antes de ponerse la bata y guantes estériles. Este proceso incluye el uso de antisépticos específicos (como povidona yodada o clorhexidina), el cepillado sistemático de uñas, dedos, manos y antebrazos, y un aclarado y secado cuidadosos. Su correcta aplicación asegura condiciones óptimas de asepsia, evitando la transmisión de microorganismos durante las intervenciones quirúrgicas.
