1. ÉTICA: INTRODUCCIÓN
Hablar de gestión enfermera debe ser hablar de ética en el ejercicio de la misma, es plenamente inconcebible que un gestor sanitario esté exento de ética tanto en su comportamiento como en sus acciones gestoras, y para centrar el tema deberemos conocer la definición de ética:
f. Conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida. Ética profesional, cívica, deportiva. (RAE)
f. Parte de la filosofía que trata del bien y del fundamento de sus valores. (RAE)
La ética es una rama de la filosofía que estudia y sistematiza los conceptos del bien y el mal, así como otros relacionados. Esta disciplina tiene como objetivo definir de forma racional qué constituye un acto bueno o virtuoso, independientemente de la cultura en la que se enmarque.
La ética tiene una íntima relación con la moral, tanto que incluso ambos ámbitos se confunden con bastante frecuencia. En la actualidad se han ido diversificando la Ética son el conjunto de normas que vienen del interior y la Moral las normas que vienen del exterior; es decir, de la sociedad.
La ética es la obligación efectiva del ser humano que lo debe llevar a su perfeccionamiento personal, el compromiso que se adquiere con uno mismo de ser siempre más persona; refiriéndose a una decisión interna y libre que no representa una simple aceptación de lo que otros piensan, dicen y hacen.
Los profesionales de la sanidad, principalmente los médicos, son tradicionalmente grandes defensores de la ética médica. La paradoja es que, con frecuencia el médico considera que estos principios éticos entran en conflicto con aspectos como la planificación sanitaria, la utilización eficiente de los recursos sanitarios, la priorización de actuaciones sobre la base de evidencias, etc. Esto hace que, con cierta asiduidad, se pueda percibir entre los defensores de una ética «individualista» un enfrentamiento entre sus principios éticos y los principios que, de manera lógica, parece que deben regir todo el ejercicio profesional
La ética depende de elecciones voluntarias y conscientes, ya que este concepto define la identificación y el seguimiento de unas normas determinadas por tal de actuar del modo que nos parezca correcto desde un punto de vista personal. Además, al ser de ámbito más bien individual, da un cierto margen a reflexionar sobre si algo está bien o no, dependiendo de las circunstancias.
Nos sentimos más sensibles y responsables de los valores que se juegan en todos los ámbitos de la salud. Desgraciadamente muchos aspectos de la política sanitaria no se planifican con criterios éticos. Los propios médicos, muchas veces, se encuentran en tensión entre dos estilos de ejercicio, uno gobernado por los valores y su concreción en el compromiso con el paciente, y otro dictado por criterios políticos economicistas, o incluso por los propios intereses egoístas o corporativos, que se concretan en normas de gestión ajenas al mundo de los valores.
Por eso, gestión sanitaria y práctica de las profesiones sanitarias tendrían que verse siempre como dos niveles complementarios de actuación. Su nexo de unión está en la identidad que proporcionan los valores compartidos por ambos mundos, que no dejan de apoyarse siempre en la dignidad intrínseca de todo ser humano, desde el que gestiona, hasta el que investiga, hasta el que asiste o cuida, hasta el que recibe los cuidados o quien queda afectado por ser un familiar de cualquiera de los anteriores.
Si revisamos los principios básicos de la ética: autonomía, beneficencia y justicia, podemos ver su aplicación en el gestor enfermero, primero los describiremos y comentaremos:
1.1. PRINCIPIO DE LA AUTONOMÍA
La autonomía es una facultad o condición sustantiva de la realidad humana. Todo ser humano debe ser considerado y respetado como un sujeto autónomo responsable de sus propias decisiones.
Una acción es autónoma cuando cumple tres condiciones:
- intencionalidad, acción querida
- conocimiento, comprensión adecuada y completa
- ausencia de control externo (coerción, manipulación, persuasión)
El principio de autonomía implica respetar las decisiones de los individuos, siempre que estas puedan considerarse autónomas, y al mismo tiempo supone que las personas cuya autonomía esta disminuida deben ser objeto de protección. Este respeto a la toma de decisiones ha de ser entendido de manera bidireccional: tanto la autonomía del gestor, como la autonomía del profesional, aquí es donde pueden producirse debates éticos, por falta de clarificación de normas o procedimientos de actuación, las empresas sanitarias han de velar porque exista una normativa clara, concreta y conocida por todas la partes, de ese modo se minimizan debates y problemas por falta de entendimiento.
1.2. PRINCIPIO DE BENEFICENCIA
Tiene su origen en la tradición médica y en el criterio de perseguir el bien del enfermo. Este principio significa hacer el bien o ayudar a los demás en sus necesidades, siempre que voluntariamente lo pidan o lo acepten.
En el ámbito sanitario nos obliga a buscar el bien del paciente, a asegurar su bienestar con toda clase de ayuda posible.
El principio de beneficencia se explicita a su vez en dos reglas:
- El principio de no-maleficencia, que se traduce en que ninguna actuación puede dañar a los pacientes.
- La obligación de extremar los posibles beneficios y minimizar los posibles riesgos.
El principio de beneficencia está íntimamente ligado al principio de autonomía, por lo tanto la autonomía va a delimitar todo aquello que la persona considera beneficioso.
En gestión debe observarse el principio de beneficencia, buscando asimilarse a igualdad de trato, no por beneficiar a algún profesional se va a perjudicar a otro, es muy importante el establecimiento de criterios uniformes, y no caer en acciones merecedoras de crítica por parte del resto de profesionales.
1.3. PRINCIPIO DE JUSTICIA
El término justicia ha sido definido por multitud de autores a lo largo de la historia; Ulpiano, jurista romano del S.III, la definió como “la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su propio derecho”.
En el ámbito sanitario la salud se considera un bien tan especial que sólo es éticamente aceptable si redunda en bien de todos, no sólo de la mayoría; la justicia definida en términos de igualdad sería “el adecuado nivel de asistencia para todos”.
Los gestores tienen la obligación de canalizar los limitados recursos con los que cuentan, de modo que produzcan el máximo beneficio sanitario en su centro de trabajo, actuando bajo un criterio de justicia distributiva, basándose en un análisis coste-beneficio. Esta justicia no debe estar reñida con la equidad y la buena distribución de tareas.
Ahora bien, el marco de justicia en bioética es el de la universalización de la atención sanitaria como una exigencia básica ya que un bien como la salud no puede dejarse a los vaivenes del mercado en una sociedad justa.
El respeto a estos principios permite, mejor que cualquier otro sistema, dar solución a los problemas propios y específicos de las ciencias de la vida.
