Tema 2. Ética y gestión enfermera.


3. HUMANIZACIÓN Y ÉTICA

La humanización se define como la acción o efecto de humanizarse, es decir, “hacer humano, familiar y afable a alguien o algo y también ablandarse, desenojarse, hacerse benigno” (Real Academia Española de la Lengua).

Desafortunadamente, este concepto no tiene un gran arraigo en la sociedad actual que se encuentra en un momento de importante deshumanización. El ser humano vive encerrado en sí mismo, preocupándole muy poco lo que sucede a su alrededor, cada vez más inmunizado ante las malas noticias que le rodean y que no le causan prácticamente impacto. El sector sanitario no es ajeno a esta realidad social y se ve influido por la crisis económica, la presión asistencial y las dinámicas laborales. En este contexto, la perspectiva humanizadora adquiere especial relevancia. Se trata de volver a poner el foco en la persona y en su proceso, abandonando posicionamientos individualistas y promoviendo cambios a nivel organizativo y actitudinal que favorezcan la cercanía, fomenten el acompañamiento y mejoren la satisfacción.

Los grandes teóricos de la humanización son Carl Rogers1 y Abraham Maslow2 que desarrollaron la psicología humanista. Dicho enfoque considera al ser humano como un ser global que debe ser entendido como un todo en el que convergen sentimientos, pensamientos, conductas y acciones3. Las conductas del ser humano son intencionales y tienen sentido tanto a nivel material como personal en cuanto a su dignidad y libertad. Toda la existencia humana se desarrolla y transcurre en un contexto interpersonal que es importante en el desarrollo individual, siempre teniendo en cuenta que la individualidad se construye en las relaciones sociales.

Como seres autónomos, las personas tienen la capacidad de tomar sus propias decisiones en el marco de relaciones existenciales de interpersonalidad4. Este principio es complementario al de la necesidad de un contexto interpersonal, de tal manera que solamente una persona autónoma es capaz de asumir sus responsabilidades en las relaciones interpersonales. La autorrealización es la tendencia inherente a las personas, es lo que produce la individualidad, el crecimiento y la diferenciación personal. La experiencia interior del ser humano es vivenciada como única y con significado y constituye el eje fundamental del desarrollo y de las percepciones personales.

Carl Rogersenuncia la terapia no directiva y centrada en el cliente que se fundamenta en dos conceptos básicos: la confianza absoluta en el paciente como persona y el rechazo total al papel directivo del terapeuta. Se trata de transmitir empatía por el paciente y entender su experiencia para lograr comprenderle.

Abraham Maslow desarrolló la “jerarquía de necesidades”, consistente en una pirámide que contiene las necesidades humanas, psicológicas y físicas. Subiendo escalón a escalón por la pirámide, se llega a la autorrealización. En la base de la pirámide se encuentran las “necesidades básicas” o “necesidades fisiológicas”, que incluyen la alimentación (comer y beber), la respiración, la eliminación (orinar, defecar, sudar, etc.), el descanso y el sueño y, en general, el mantenimiento involuntario e instintivo de las funciones corporales que hacen posible la vida. El siguiente nivel es el de las “necesidades de seguridad y protección”: seguridad, orden y estabilidad. Estos dos primeros escalones son importantes para la supervivencia de la persona. Una vez que los individuos tienen satisfecha su nutrición, cobijo y seguridad vital, tratan de satisfacer otras necesidades. El tercer nivel es el de “necesidad de amor y pertenencia”, compuesto por necesidades psicológicas: cuando los seres humanos han cuidado de sí mismos físicamente, están listos para compartirse con otros. El cuarto nivel se alcanza cuando los individuos se sienten cómodos con lo que han conseguido. Éste es el nivel de “necesidad de estima”, que incluye el éxito y el estatus, fundamentalmente en la percepción propia (autoestima), aunque también en la percepción que transmiten los demás (heteroestima). La cima de la pirámide es la “necesidad de autorrealización” y se logra cuando se alcanza un estado de armonía y entendimiento.

Por tanto, cómo se satisfacen las necesidades esenciales es tan importante como las necesidades en sí mismas. Juntos, estos dos elementos definen la experiencia humana. En la medida en que una persona satisface su impulso de cooperación social, establece relaciones significativas con otras personas y amplía su mundo. En otras palabras, crea conexiones significativas con una realidad externa, componente esencial de la autorrealización. Por contra, en la medida en que las necesidades vitales encuentran egoísmo y satisfacción del deseo de competición/competencia, la persona adquiere emociones hostiles y limita sus relaciones con la realidad externa por lo que su conciencia permanece internamente limitada.

En el enfoque humanista resulta fundamental la consideración de la persona como ser racional, trascendente, con dignidad única y sujeto de respeto. Esta perspectiva, recogida en los principios y valores organizativos y aplicada a la práctica asistencial, permite desarrollar una visión humanista e integral.

Si el objetivo es aprovechar habilidades manuales o intelectuales para obtener productividad o rendimiento aislándolas de la visión integral de la persona, la organización se considera mecanicista. El mundo sanitario no escapa a esta conceptualización, por lo que deberían aprovecharse las capacidades de todos los profesionales para la mejora de la organización, los equipos y del mismo profesional.