Tema 1. Cultura de Seguridad del Paciente; origen, justificación y evolución.


1. INTRODUCCIÓN


1.1. ¿Qué es la seguridad del paciente? ¿Es algo nuevo?
 

El interés por los riesgos y los efectos adversos (EA) relacionados con la atención sanitaria no es nuevo. Y es que “Primun non nocere” (lo primero no hacer daño) es una máxima aplicada en el campo de la sanidad históricamente. Efectos indeseables de los medicamentos, infecciones nosocomiales, complicaciones del curso clínico y errores diagnósticos y terapéuticos forman parte de las preocupaciones diarias de los profesionales sanitarios.

Los EAs derivados de la prestación de la atención sanitaria representan una causa de elevada morbilidad y mortalidad en todos los sistemas sanitarios desarrollados, además del elevado impacto económico y social de los mismos.

La creciente complejidad de los sistemas sanitarios y del entorno de la práctica clínica en este tercer milenio, suponen un nuevo escenario para el ejercicio de las ciencias de la salud. La sanidad que en el pasado solía ser simple, poco efectiva y relativamente segura, en la actualidad se ha transformado en compleja, efectiva, pero potencialmente peligrosa.

1.2. Revisión histórica del concepto de seguridad del paciente

En los últimos años, la seguridad del paciente se ha convertido en un elemento clave de la calidad asistencial. Es una clara prioridad tanto a nivel nacional como internacional.

En 1.999, el instituto de medicina de EEUU publicó “To err is human”, donde se constataba que la mortalidad atribuible a los efectos adversos prevenibles es de 44.000 fallecidos, siendo la octava causa de muerte.

Estudios posteriores fueron llevados a cabo en los estados de Utah y Colorado, y en los países de Australia, Reino Unido, Dinamarca, Nueva Zelanda, Canadá o España y han confirmado la magnitud de los eventos adversos en pacientes ingresados (entre un 4 y un 17%) y la posibilidad de prevenir y evitar el problema (que supera el 40%).

La Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó en el año 2.005 la Alianza por la Seguridad del Paciente, instando a los estados miembros a prestar la atención más cercana posible a la seguridad del paciente y a crear sistemas basados en pruebas científicas para mejorar la seguridad y la calidad de atención. Identificó seis campos de acción. Uno de estos campos de acción es el desarrollo de “Soluciones para la seguridad del paciente” que desarrolló en colaboración con la Joint Commission y contempla los siguientes objetivos de seguridad del paciente entre otros:

  • Mejorar la efectividad de comunicación.
  • Mejorar la identificación de pacientes.
  • Mejorar la seguridad en el uso de medicamentos.
  • Eliminar errores quirúrgicos.
  • Mejorar la seguridad de bombas infusión.
  • Mejorar la efectividad de sistemas alarma.
  • Reducir el riesgo de infección nosocomial.

En esta línea, la agencia nacional para seguridad del paciente del Reino Unido publicó “la seguridad del paciente en siete pasos”. Y en España se lanza la estrategia ocho del Plan de calidad del sistema nacional de salud que es “Mejorar la seguridad de los pacientes atendidos en los centros sanitarios del Sistema Nacional de Salud”.


La alianza mundial para la seguridad del paciente impulsa dos campañas que suponen un gran reto para la seguridad:

  • “Atención limpia es atención segura” en 2005-2006. Su objetivo fue implantar la higiene de manos para prevenir infecciones.
  • “La cirugía segura salva vidas” en 2007-2008. Su objetivo fue reducir las muertes relacionadas con la cirugía, desarrollando estándares de prácticas seguras y guías de práctica clínica.

También se desarrolló en 24 hospitales españoles el estudio ENEAS (estudio nacional sobre los efectos adversos ligados a la hospitalización), en los que se revisaron 5.624 historias clínicas al alta de los pacientes para la identificación de posibles EAs utilizando la Guía de Cribado del Proyecto IDEA. Se detectaron 1.063 pacientes con EA durante la hospitalización, siendo la incidencia de pacientes con EAs relacionados con la asistencia sanitaria de 9,3%. Los EAs estaban relacionados principalmente con la medicación, las infecciones nosocomiales y un 25% con problemas técnicos durante un procedimiento. Se concluyó que los EAs ocasionan un mayor gasto sanitario, como consecuencia de los ingresos hospitalarios directamente relacionados con el EA, más días de estancia, así como pruebas y tratamientos que se podrían haber evitado en casi la mitad de los casos.

En España se desarrolló a nivel de atención primaria el estudio APEAS, que supuso un referente a nivel mundial. En el estudio participaron 48 centros de salud de Atención Primaria pertenecientes a 16 Comunidades Autónomas, siendo 96.047 pacientes los que asistieron a una consulta de Atención Primaria de su Centro de Salud. La prevalencia de incidentes fue de 7,45‰ y la de EA de un 11,18‰.

En las conclusiones, se destaca la prevención de los efectos adversos en Atención Primaria como una estrategia prioritaria, dado que el 70% de los EAs son evitables, y son más evitables (80%) a medida que es mayor su gravedad.

El Ministerio de Sanidad español también ha realizado una revisión bibliográfica sobre los trabajos de costes de la “no seguridad de los pacientes”. Se han analizado los procedimientos quirúrgicos, infecciones nosocomiales y errores de medicación. El sistema nacional de salud podría ahorrarse aproximadamente 700 millones de euros anualmente si se consiguiera evitar la parte prevenible de dichos EAs. De estos, 192 millones de euros corresponde a procedimientos quirúrgicos, 417 millones de euros a infecciones nosocomiales del sitio quirúrgico y 91 millones de euros a errores de medicación.

Por último, cabe subrayar que los costes calculados podrían representar únicamente la “punta del iceberg”, ya que el porcentaje de efectos adversos que se declaran y que consecuentemente pueden ser analizados en estos estudios es todavía muy pequeño.

En la práctica clínica no existe el riesgo cero, ya que es una actividad acompañada de riesgos e incertidumbre. La máxima seguridad del paciente se consigue mediante un conocimiento adecuado de los riesgos, la eliminación de los evitables y la prevención y protección de aquellos que hay que asumir de forma inevitable, porque seguridad no es igual a ausencia de riesgo.