11. PÉRDIDA SANGUÍNEA
En la revisión inicial, Ana identificó en la historia clínica la existencia de reserva de sangre. El paciente porta una pulsera específica que le identifica en el sistema seguro de trasfusión. Durante la intervención periódicamente se evalúa la pérdida sanguínea, la enfermera circulante contabiliza entradas y salidas estimando el volumen perdido y notificándoselo al anestesista.
La pérdida sanguínea es un riesgo de la cirugía mayor, que dependiendo de factores como la situación clínica del paciente y las características de la intervención a realizar, obligan a una planificación específica.
Dadas las características de los hemoderivados y las dificultades que tiene su disponibilidad, algunas cirugías programadas, en especial en cirugías ortopédicas, se incluye un programa de autotransfusión cuyo encaje en la actividad quirúrgica requiere controles añadidos para asegurar una buena recuperación del paciente en el momento de la realización de la intervención.
La reserva de sangre en cirugía programada se relaciona con intervenciones en las que la pérdida prevista supera el 15%, pero esta cifra es variable según el estado clínico del paciente, su edad y patologías concomitantes.
En las intervenciones de cirugía mayor, exista o no previsión de necesidad de transfusión, se ha de establecer un balance de volúmenes de forma que se pueda controlar de manera periódica la pérdida sanguínea producida.
Para estimar las pérdidas en el campo quirúrgico, se ha de recurrir al recuento de los líquidos aspirados del mismo, a los que habrán de restarse los aportes realizados (fundamentalmente suero de lavado). Además se contabilizarán las compresas y gasas, y se estimará por su peso el volumen de sangre que pueden tener.
La decisión de trasfundir y las precauciones de seguridad de la misma dependerán de los protocolos de cada centro.